I Encuentro Nacional Sobre Políticas Institucionales Para el Desarrollo de la Lectura y la Escritura en la Educación Superior
Resumen:
Una de las sensaciones más frecuentes en la enseñanza de la escritura es el encuentro con
estudiantes que han generado serios distanciamientos con esta actividad. Escribir se les
antoja apenas como un ejercicio que los somete al escarnio de un evaluador, lo que la
convierte en impersonal y antipática por estar mediada siempre por un tercero que pondera
o descalifica los resultados.
Así mismo, se tejen generalizaciones peligrosas que restringen el alcance de la
escritura. Esto ocurre cuando se hace eco de aquellas afirmaciones que proponen que el
escritor no se hace sino que nace o de las posturas que confieren excesiva importancia a las
competencias ortográficas y gramaticales en detrimento de otras competencias que
intervienen en la escritura como la coherencia, la cohesión y la adecuación (Cassany,
1989), además del potencial creativo.
Para que los estudiantes se acerquen a la escritura y la reconozcan como actividad
que surca la cotidianidad hace falta propiciar espacios que les permitan vivirla de una
manera personal, catártica, cercana. Sólo desde contactos de este tipo descubren sus propias
historias, las redimensionan, y al entender y enunciar su propia realidad consiguen también
advertir el potencial del escrito que les permite tejer contacto –encontrarse- con el lector:
ese otro que confiere significado pleno al ejercicio.