Discurso Honoris Causa Armando Santacoloma Villegas

Pereira, 15 de Agosto de 2008 

Las universidades suelen aprovechar su autonomía para validar frente a la sociedad a aquellas personas que se hacen merecedoras a titulaciones aunque no hubieran pisado los recintos universitarios; es la confirmación fehaciente de que el conocimiento y las habilidades profesionales no solo son el resultado de un proceso curricular formal, sino que la autoformación cuenta a la hora de evaluar a una persona. 

La historia está llena de personajes que se hicieron grandes sin una titulación, o más aún para ser grandes tuvieron que retirarse, no aguantaron los rituales de la educación formal. En este caso recuerdo en particular a Estanislao Zuleta, a quien se reputa como el filósofo más importante del siglo XX en Colombia, protegido por el célebre filósofo antioqueño, Fernando González a la muerte de su padre. Su mentor tuvo que aceptar que la educación no le estaba sirviendo a Estanislao y le autorizó el abandono. 

Ya en la madurez de la vida, la Universidad del Valle, le entregó un Doctorado Honoris Causa a Estanislao, quien ya era años atrás profesor de la misma. Así pudimos conocer el bello ensayo, “Elogio de la dificultad”, la lección de Estanislao en la ceremonia de imposición 

No es propiamente el caso de Armando Santacoloma, quien cursó seis semestres en la Universidad, y ya en la recta final no pudo conciliar sus avasalladoras actividades empresariales con la asistencia a la universidad. Abandonó sus estudios para entregarse por completo a su labor como empresario. 

Corrió el gran riesgo de que su educación formal le hiciera falta en el camino de empresario; pero su tesón y carácter, su dedicación, su capacidad de estudio, lo hicieron triunfador. 
No son casos que se den de manera silvestre. Entre miles, aparecen personas excepcionales, este es el caso de Armando Santacoloma Villegas. 

Hagamos un poco de historia sobre nuestro personaje, cuya historia de vida se inicia en las clases de metalurgia de la Universidad Tecnológica de Pereira, como habrán de enterarse; para ello, debo auxiliarme de la información que amablemente, Martha María Estrada, su distinguida esposa, me ayudó a levantar, tocándole fungir de reportera en el seno de su hogar: 

Armando nació en el hogar de Bernardo Santacoloma de los Ríos y Carina Villegas Tobón. Su padre un comerciante nato, con vocación, diestro en las relaciones públicas, militante de la amistad incondicional y su madre, perteneciente al más rancio abolengo manizaleño descendiente de don José de Jesús Restrepo, fundador entre otros de la Chocolatería Luker y del Banco de Caldas. 

Recuerda Armando que estando muy pequeño su abuelo materno traía de Inglaterra cemento que llegaba a Manizales a través del cable. Así mismo, guarda en su memoria los sombreros Barbizio que expendía el abuelo en un distinguido almacén de la época frecuentado por los elegantes señores de entonces. 

Aunque ambas familias, la Santacoloma y la Villegas, eran raizales de Manizales, don Bernardo y doña Carina después de los primeros años de matrimonio donde nacieron cuatro de sus hijos, decidieron emigrar a la ciudad de Armenia a buscar fortuna. Allí, don Bernardo se hizo propietario de la emisora Ecos del Quindío, fue ahí donde aprendieron los Santacoloma Villegas lo que era trabajar en los negocios de su padre. 

Aún recuerda Armando las caminadas por las calles de Armenia, armados de escalera y cables, para remendar los daños eléctricos y permitir que la señal llegara a los radioescuchas y estos no perdieran la novela de moda o las canciones campechanas. 

Pero también, conserva en su memoria el radioteatro anexo donde les tocaba vender los dulces durante los primeros descansos en las presentaciones dando inicio así a su carrera de comerciantes. 

Recuerda con nostalgia la presentación en Armenia de Agustín Lara y la del Médico Ortiz Tirado, ídolos de la época, y la sentencia de su padre diciéndoles que ése espectáculo nunca nadie lo volvería a hacer en Colombia. 

Luego vino la violencia y debieron emigrar de nuevo, esta vez por razones diferentes. A finales de los años cincuenta se trasladaron a Dosquebradas. Don Bernardo con dos de sus hermanos compró la hacienda La Macarena. Este fue el escenario donde se acabó de criar la familia Santacoloma Villegas, conformada por doce hijos, además de los veinte primos con quienes compartían como hermanos; entre los juegos y el estudio, aprendieron la importancia del trabajo familiar. Todos tenían un oficio para desempeñar: los más grandes entraban el ganado del potrero para el establo, los otros cuidaban el ordeño, limpiaban las jaulas de los pájaros, vendían los huevos y las hortalizas, y en fin, se iniciaban en el arte del comercio. 

Armando estudió la primaria en el Liceo de Los Andes del Dr. Juvenal Mejía Córdoba y el bachillerato en el Colegio La Salle. En estos años de colegio, Armando se distinguió en los deportes, primero en el ciclismo y más tarde en el atletismo. 

Una vez finalizado el bachillerato ingresó al Instituto Politécnico a estudiar Tecnología Mecánica. Mil recuerdos gratos guarda de ésa época, donde vivió a plenitud su juventud, con todo el romanticismo propio de la edad. 

Pero sobre todo recuerda, en sus palabras, haber tenido los mejores profesores del mundo. Le tocó la época en que el Dr. Jorge Roa Martínez gestionó convenios internacionales que le permitieron a la Universidad disponer de profesores europeos y americanos de gran calidad. Recuerda venir a la Universidad en el legendario bus amarillo atravesando parajes despoblados, porque la Universidad quedaba en un «paraje lejano y solitario”. 

Durante la carrera cursó la asignatura de Metalurgia que le provocó un gran impacto y que habría de definirle la vida, si así puede decirse. El profesor belga Remy Rogerman y el checo Miroslav Satec, le enseñaron los misterios de la metalurgia, aprovechando la experiencia que habían adquirido en sus lejanos países, después de la II Guerra Mundial. Estos profesores, como la gran mayoría de los profesores extranjeros y alumnos, solían recrearse en La Macarena los fines de semana para disfrutar la postrera, comiendo dulce de breva y guayabas dulces. Durante estos encuentros se animaban conversaciones que le mostraron a don Bernardo el gran interés prematuro de Armando por la fundición de metales. 

Algún día y con la complicidad del profesor, para uno de los cumpleaños de Armando, su padre, don Bernardo, contrató la hecha de un «horno de fundición». Cual no sería la emoción de Armando cuando un fin de semana, su padre y el profesor, lo llevaron a una de las bodegas de la finca y encontró un «flamante» horno montado. Días más tarde una empresa de Manizales requirió un conjunto de accesorios para sus tanques de agua y Armando se ganó el contrato. Para cumplirlo, profesores y compañeros fundieron hasta altas horas de la noche y disfrutaron de esta primera incursión empresarial. 

De esta pequeña fundición en 1972 nació Industrias Metalúrgicas La Macarena, empresa que todavía funciona en La Popa Dosquebradas. 

Además de la fundición como tal, hace 35 años la empresa compró la marca de despulpadoras JotaGallo en Caldas – Antioquia, y desde entonces ejerce un liderazgo en el mercado de despulpadoras, complementado desde hace algo más de 10 años con el de desmucilaginadoras para beneficiar el café. 

Más adelante ocurrió un suceso en la ciudad. La Empresa Roa Hispano productora de motocicletas y motocarros quebró y fue adquirida por Motobecane que también entró en dificultades, quedó en manos de Banco Cafetero, quien la puso en venta. 

La Macarena, detectó una ventana de oportunidad como se estila decir hoy en día, y la adquirió en compañía de otros accionistas; esta compañía tenía la ventaja de tener licencia para el ensamble de motocicletas y motocarros, y por tal motivo se iniciaron contactos con Motocicletas Suzuki del Japón que tenía una agencia en Colombia y con Piagio empresa Italiana del Señor Agneli, uno de los hombres más ricos y distinguidos del mundo, con el fin de encontrar una alianza de negocios. Cada uno de los hermanos Santacoloma tomó una posición en la compañía y después de mucha programación se empezó la producción de motocicletas y motocarros, Suzuki y Piagio de acuerdo al programa de integración reglado por las leyes colombianas. 

Infortunadamente a mediados de los años 80 las políticas económicas cambiaron y al tener un endeudamiento muy alto en dólares llegó la crisis y Suzuki quedó en poder de los japoneses. La empresa Suzuki todavía funciona en Cerritos y es una de las empresas más importantes de la región. 

Alrededor de la industria de las motocicletas surgió Integrando Ltda. para la fabricación de partes y repuestos, empresa que todavía existe en el municipio de Dosquebradas. 

Simultáneamente, Armando daba vida a la empresa Cargueros de Colombia Carguecol para ensamblar motocarros Muravei de procedencia rusa, buscando solución al transporte de carga en el sector urbano con vehículos pequeños, económicos y versátiles. 

Con socios ecuatorianos, con la Federación Nacional de Cafeteros y con Carguecol se constituyó la Industria Panamericana de Metales Impal, empresa que más tarde fue vendida a un grupo empresarial del Valle del Cauca y pasó a ser Alúmina. 

A principios de los 90 y a través de los clasificados de prensa se enteraron que en Buenos Aires – Argentina estaban vendiendo una fábrica de tubería de hierro dúctil; nuevamente con el respaldo de La Macarena y otros inversionistas, se conformó la sociedad Siderúrgica de Los Andes S.A., y se compró lo ofertado a un banco de origen alemán. Ingenieros colombianos, entre ellos varios Tecnológicos, viajaron a Buenos Aires a desmontar la planta para embarcarla a Bogotá; el clima, los costos, los grandes volúmenes y la inexperiencia, hicieron que fuera uno de los más difíciles desmontajes realizados. Es de resaltar que se trajeron 12.000 toneladas de equipo en dimensiones y peso que superaban el paso de los puentes de Buenaventura a Bogotá, lo que puede dar una idea de las maniobras que fueron necesarias hacer. Así nació Siderúrgica de La Sabana en Cajicá – Cundinamarca. 

En el año 1992 buscando nuevas líneas de negocio apareció en el periódico El Tiempo un anuncio clasificado que vendía una banda transportadora en el estado en que se encontraba y para ser desmontada en el municipio de Cajicá, cercano a Bogotá; como el grupo siempre ha pensado que todos los buenos equipos tienen una vida útil prolongable con tecnología y repotencialización, viajaron a ver lo ofrecido y se encontraron que eran las instalaciones del antiguo Colar de propiedad del IFI, que tenían el segundo y único alto horno del país después del de Paz del Río y que estaba siendo vendido por piezas. Compraron los equipos. La compañía dueña de los mismos deseaba utilizar el lote de terreno para hacer unas bodegas industriales. Se inició el trabajo de desmontaje. 

La idea era desmontar los equipos y llevarlos a Pereira, a la zona de Cerritos, para montar en ese sitio el resto de la maquinaria traída de Buenos Aires y producir tubería y accesorios en hierro dúctil. La tarea era descomunal, desmontar más de 20.000 toneladas y transportarlas por carretera hasta Pereira. Repensando las dificultades que ello acarrearía se le propuso a los inversionistas comprar el lote, lo que se aprobó y logró después de una ardua negociación. Así que en vez de desmontar se iniciaron trabajos para reiniciar la operación del alto horno para volver a fundir mineral de hierro como materia prima para la producción de hierro y tubería y accesorios en hierro dúctil. Muchos meses se invirtieron en la adecuación usando equipos de tecnología de punta, el funcionamiento anterior era todo manual. Se importaron los equipos de Siemens, Alemania y finalmente se inició la actividad industrial. 

Empezaron, pero también aparecieron las dificultades: el trabajo para conseguir mineral de hierro de buena calidad aunado a la presión de las multinacionales que consideraban exclusiva su tecnología de producir tubería en hierro dúctil llevaron a «Concordato» a la novel empresa. El concordato fue adquirido por la Point A Mouseau de Francia a través de su filial española Funditubo. 

No todo se había perdido, se habían hecho buenas amistades y adquirido nuevos conocimientos; además se había vendido escoria de alto horno a Paz del Río para adicionar a su cemento y darle mayor firmeza. El cemento se visualiza como un negocio promisorio. 

Con un grupo de empresarios del concreto se compraron los activos de la más pequeña y antigua planta de cemento del país, ubicados en el departamento de Santander en la ciudad de San Gil. Infortunadamente, detrás de este negocio estaba también la multinacional Holcim quien no dudó en enfilar todas las baterías para que el negocio se dañara porque nadie más debía participar en el mercado. Tratando de obstruir el paso interpusieron un tribunal de arbitramento que gracias a Dios y al buen equipo de abogados fue ganado en su totalidad; pero mientras el juicio pasaba, los temores se acrecentaban, entonces a través de vendedores de equipos para cementos se consiguió en Austria una planta de cemento que estaba siendo desmontada para dar paso a una hidroeléctrica; 40 colombianos, entre técnicos, ingenieros y obreros se desplazaron a esa lejana tierra y en tiempo record desmontaron la planta de cemento en Bludenz – Austria y la montaron en Cajicá – Cundinamarca. 

El cemento se convirtió en el mejor negoció. Muchos compradores llamaban solicitando cemento para llevar a las Islas del Caribe. El embajador de República Dominicana por cuestiones de cercanía, ya que tenía su oficina en el mismo edificio, se entusiasmó y entusiasmó al grupo para que se montara una planta en su país en un hermoso paraje en límites con Haití. Ello hizo que otro grupo de colombianos se desplazara a Alemania a desmontar otra planta de cemento y trasladarla a Pedernales, República Dominicana. Allí se montó. Más adelante un nuevo equipo fue comprado y se empezó a montar en Barranquilla. 

Ya en este momento las multinacionales y el más poderoso grupo del país se habían dado cuenta que el nuevo grupo había tomado el 10% del mercado y con su servicio y calidad todos los días tenía más clientes; se inició la guerra del cemento, la más dura realizada en el país; el producto de $25.000 pasó a venderse a $5.000 valor que no cubría ni el flete; las presiones y el endeudamiento llevaron a la venta de las compañías al grupo Argos y todas continúan hoy en funcionamiento. 

Buscando alternativas de negocio se empezó en una nueva actividad muy de moda en el mundo y se entró en participación, como en el caso del cemento, en un pequeño ingenio ubicado en la Hoya del Río Suárez entre Santander y Boyacá. Buscando equipos se conoció que en EEUU en el estado de Luisiana había un ingenio montado por el Secretariado de Agricultura para apoyar a los agricultores de esta zona devastada por el huracán Katrina y que necesitaba ser administrado. Con un grupo de colombianos se presentó la propuesta para manejar el área técnica del mismo; hoy más de 100 colombianos, entre técnicos e ingenieros participan en el montaje de una planta de etanol, la primera en EEUU con base en caña de azúcar y que acompañada por otros tres ingenios de la zona, producirán al rededor de 100 millones de litros de etanol en un período de siete años. 

Hasta aquí el itinerario de un empresario que se ha batido con ingenio dejando en su marcha progreso para él, para sus allegados, para sus empleados, para la región y para el país. Cuando se escriba la historia de la metalmecánica en Risaralda, Armando Santacoloma Villegas, deberá aparecer con letras doradas. 

Es fácil imaginarlo como un guerrero, obstinado, que no admite la derrota. Que siempre tiene algo en mente. Que no envejece, que no claudica. Que desafía los poderes. 

Sus ideas se han convertido en empresas, siempre acompañado de sus hermanos mayores Raúl y Bernardo; quienes han sido durante más de cuarenta años, hermanos, socios y amigos, manejando una relación cordial que aunque ha tenido las dificultades normales a todas las compañías colombianas, siempre ha prevalecido el sentido de la hermandad, los conflictos societarios no han arrasado con el respeto familiar; ahora a este grupo, se han unido los hijos, que han visto en sus padres el ejemplo del tesón, de la dura batalla diaria y han aprendido que nada es fácil, que hacer empresa es difícil, pero no imposible; reconociendo que es muy diferente ser comerciante a empresario: el primero espera la liquidez del negocio al día siguiente, el segundo espera toda la vida la «prendida del horno», expresión usada y recordada siempre por la familia como lección de vida: nunca hay mucha liquidez porque siempre hay «un horno para prender», dice Armando con convicción. 

Ahondemos un poco más en la parte personal de Armando, en las palabras de Martha María, su esposa: 

Para mí, Armando es el ser más noble del universo, amigo de sus amigos, servicial, confiado, sencillo casi “campechano”, pero eso sí, amante de la buena vida en cuanto a la alimentación. No es ostentoso. Tímido socialmente, pero muy locuaz profesionalmente. Amante de la música desde charanga que coge café sola hasta la clásica y brillante. 

Enamorado por naturaleza; de su oficio, de los números, de las finanzas, de su profesión y espero que de mí. 

Convencido de los desarrollos industriales, de la tecnología de punta, aunque lo embisten desde el celular, y el computador hasta el microondas, es decir de toda la nueva tecnología conoce lo básico “para defenderse”. 

Es un hombre muy generoso y le gusta servir. Católico practicante y mariano, siempre ha sostenido que tiene un ángel que lo pone en el sitio que tiene que estar en el momento oportuno y los que conocemos su vida sabemos que es cierto. 

En su cabeza solo caben cosas grandes, todos sus proyectos son inmensos y vive a 100 años luz, su frase de cabecera “Hay que administrar el futuro, porque es lo único que se puede cambiar”. Vive siempre para el futuro, del pasado recuerda únicamente las enseñanzas.

Acelerado y ofuscado en momentos, pero tranquilo en el momento de las decisiones. En conclusión es un gran líder. 

Los trabajadores lo respetan profundamente porque “se unta” y sabe del oficio, no manda desde el escritorio “dirige desde la cancha”. 

Hasta aquí las palabras de Martha María, que denotan el amor y la gran admiración que le profesa. 

Examinemos el lado social de Armando y de los negocios que lo rodean. 

Ya en los años 70, siguiendo los pasos de su padre, un veterano Rotario, Armando fue miembro del Club Rotario de Pereira donde se destacó por su colaboración en las obras de gran importancia como el Instituto de Audiología, en cuya construcción participó activamente a través de su directa colaboración y la de su grupo familiar. 

El Grupo Santacoloma patrocina la Fundación Carina de Santacoloma y su objetivo es brindar apoyo a la niñez y juventud en salud, educación y alimentación en las zonas de influencia de sus negocios. 

En Cajicá, se patrocina el programa Aceleración del Aprendizaje para niños de familias disfuncionales, que están desubicados escolarmente hasta su adaptación a la escuela regular. 

Se apoya la guardería Carina de Santacoloma en el centro de aprendizaje de la Fundación Sofía Koppel de Pardo, para que las madres campesinas se puedan educar, dejando en la guardería a sus hijos. También, el programa de medicina preventiva en el Centro Educacional Antonio López Gaitán de la vereda Manas en el Municipio de Cajicá. 

Y ahora en los Estados Unidos financia un programa de acompañamiento a las familias de los trabajadores expatriados como una extensión de la fundación. 

En la fundación participan todos los integrantes de la familia: hijos de doña Carina, nueras, yernos y nietos cada uno aportando su tiempo, sus conocimientos y su entusiasmo para contribuir al desarrollo de programas sociales en favor de la juventud y la niñez más desprotegida. 

No hay duda, Armando hace parte de la galería de los grandes. 

Estimados amigos, la Universidad vela por reconocer a las personas lo que valen por ellos mismos y por sus aportes a la marcha social; por ello, el Consejo Superior, a petición de las autoridades académicas, decidió con orgullo otorgarle el título honoris causa como Ingeniero Mecatrónico, una disciplina que muy bien se ajusta al perfil de su desempeño y que ha sido ofrecida recientemente a la sociedad por la Universidad Tecnológica de Pereira, como respuesta al cada vez más fortalecido clúster de la metalmecánica en Risaralda, buscando formar el recurso humano requerido. Sector industrial, identificado como sector promisorio y donde Armando tiene incuestionablemente acciones en su génesis. 

Armando Santacoloma Villegas encarna el paradigma del Ingeniero empresario con sensibilidad social, por ello, lo erigimos como ejemplo a seguir, aprovechando esta Décimo Quinta Convención Nacional de Egresados, que a su vez celebra los primeros cuarenta años de la Asociación Nacional de Egresados. 

Felicitaciones a toda su familia, a sus amigos, a sus empleados; en fin a toda esa gran estirpe que lo acompaña. Felicitaciones a Martha María su esposa, sus hijos Luis Bernardo, Mauricio y Felipe; a sus nietos: Jacobo, Mateo, Nicolás, María Camila, Estefanía y Mariana: Tienen como padre y abuelo a un ser maravilloso. 

Felicitaciones Armando, eres un excelente profesional. 

La Universidad lo certifica. 

Muchas gracias, 

LUIS ENRIQUE ARANGO JIMÉNEZ
Rector

Fecha de expedicion: 2008-08-15