“Crisis y Universidad. La salida a la crisis desde el conocimiento”

Yo le rebautizaría.  El conocimiento como factor de desarrollo, interviniendo en todos los espacios de planeación de futuro junto al estado, los empresarios y la sociedad civil.

Nadie discute que el conocimiento es el factor desencadenante de desarrollo humano y progreso en las sociedades; hasta le hemos puesto nombre a este fenómeno: la sociedad del conocimiento.

Aquí vale una reflexión; siendo las Universidades la cuna por excelencia del conocimiento, como estamos influyendo en transformar la sociedad?

La emergencia del papel del conocimiento, como un  valor con mayor realce que en el pasado, debiera proyectar a las Universidades a ejercer  un mayor liderazgo en el devenir social; no solo a través de la formación del recurso humano o de la transferencia de conocimiento básico o  aplicado; las universidades debieran  ser mucho mas activas en la planeacion  del desarrollo.

Debieran involucrarse con los agentes y en los espacios de planificación de sus respectivos entornos con mucha fuerza, solo así podrán honrar el nuevo rol que les corresponde   . Hay que aprovechar el reconocimiento que la sociedad le tiene a las universidades, los márgenes de confianza que se les otorga a diferencia de otras Instituciones, para mitigar el papel de los intereses creados en la marcha de las sociedades.

Hay quienes afirman, no sin razón,  que con lo que tenemos podríamos hacer mucho más, lo que pasa es que no sabemos aprovecharlo. Es mucho lo que la sociedad malgasta en esfuerzos por falta de acuerdos e incluso por la confrontación estéril. No sabemos trabajar creativamente, con base en alianzas gana – gana, preferimos los círculos viciosos a los virtuosos.

A veces  nos anulamos los unos a los otros  en la jungla de la competencia  por sobresalir, cuando pudiera ser más inteligente  y ganancioso para todas las partes acordarse mutuamente.

Falta mucha ingeniería social al respecto, las Universidades pueden ser puntos de encuentro de la sociedad para mover la sociedad de manera creadora, trabajando grandes acuerdos sobre temas fundamentales.

En el pasado reciente se le ha puesto mucha fè a los ejercicios de prospectiva,  a los tanques de pensamiento como  el camino para alinear la sociedad alrededor de grandes propósitos.

Porqué no pensar en que las Universidades lideren  procesos de comunicación-  acción que provoquen alineamientos de actores en la dirección de trabajar de conjunto  grandes propósitos, que le apunten a lo estratégico.

Podríamos hablar de la primera infancia, de la Educación, de lo ambiental, de la ciencia, la tecnología y la innovación, entre otros.

Poner la atención en la primera infancia volcando los esfuerzos a procurar una atención integral que provea la nutrición adecuada y con métodos de enseñanza que promuevan la creatividad desde los primeros años de formación sería  una inversión social inigualable. Las Universidades pueden asumir y liderar causas de esta naturaleza con la credibilidad que tienen y el respeto que se les profesa.

Promover grandes acuerdos sociales en esta dirección, y vigilarlos a través del seguimiento puede ser una ruta de indudable impacto en el mediano y en el largo plazo.

Trabajar la educación como sistema promoviendo la articulación, los énfasis, la inclusión, el multilingüismo,  la responsabilidad social, entre otros, podría ser un tema igualmente fundamental.

Algo similar puede decirse del cuidado del planeta, presionando desde la academia a los estados y a los gobiernos, para asumir mayores compromisos. Podemos hacer cumbres académicas para hacer pactos alrededor del cuidado del planeta, que podrían ser  referentes  de conciencia de indudable valor, presionando la opinión mundial  para actuar de manera similar. No dejarle todo el escenario a las cumbres de  Gobiernos o de Estados, que siempre tendrán el signo preponderante de los intereses.

Incluso  la herramienta de los rankings, tan de moda hoy en día,  podría tener grandes efectos, cuando de clasificar los países y mejor aún los gobiernos con la coherencia de los pactos sociales que suscriben. La Universidad como anfitriona y observadora de grandes acuerdos sociales sobre temas fundamentales, que incluso todos las partes comparten, pero que  a la hora de los avances concretos,  los resultados no lo demuestran.

La construcción de políticas públicas de manera participativa sobre grandes temas podría ser otro gran rubro de actuación para las Universidades. Preferiblemente si ellas actuan asociadas en sus entornos para ser más efectivas.

Redes de Universidades en espacios regionales o Nacionales involucradas en la formulación y seguimiento de políticas públicas en los grandes temas sociales y del desarrollo podría significar una contribución mayúscula desde el conocimiento al desarrollo sostenible de la sociedad.

La asociación  de las  Universidades como plataforma para encarar la transferencia de conocimiento y el conocimiento aplicado para la transformación productiva y social produce mejores resultados que las universidades compitiendo sobre todo en contextos de gran restricción económica donde no hay para todos.

No tratar de hacer de todo, buscar la especialización concertada para focalizar los  esfuerzos,  pero en medio de grandes acuerdos donde se coordine y articule entre todos. Unos lideran, los otros concurren, pero todos se cruzan entre sí  coordinando y aportando.

Las. Universidades deben orientar  sus acciones para la contribución desde el conocimiento a la transformación social y productiva.

No estamos hablando de acciones que tengan resultados en el corto plazo, como cualquier transformación real tenemos que pensar en el mediano y en el largo palazo.

Desde este punto de vista, las universidades deben procurar que sus planes de desarrollo se construyan y se evalúen midiendo los impactos en la transformación social, no centrados en la mejora con respecto a mismas.

Naturalmente que ello implica cambiar paradigmas  en el  interior de las comunidades académicas; pasar  de la productividad  personal o Institucional para las publicaciones a los impactos reales,  implica contrariar culturas encarnadas.

Hay oportunidades  en las nuevas tendencias que a mi juicio podrían ser utilizadas, buscando privilegiar las nuevas visiones  sobre el papel del conocimiento  y su impacto social.

 La evaluación y la calidad se han vuelto fundamentales en la gestión Universitaria y en general en toda la gestión pública y privada. De ella se derivan los rankings , que pretenden jerarquizar las Universidades en orden de mayor a menor calidad, con énfasis diferentes. Siempre estos últimos  asociados a la Investigación, o a la producción científica.

Hay la tendencia a promover modelos homogeneizados de Universidad que no toman en cuenta las realidades de los países en desarrollo, ni valoran el impacto real que están que están provocando  las Universidades en el desarrollo sostenible. Debemos  propugnar  además por una evaluación que le de cabida a lo social, a los esfuerzos por incluir socialmente y con éxito a los sectores actualmente marginados del acceso a la educación superior.

La evaluación   en nuestros sistemas de calidad      debe tener consecuencias, por ejemplo a nivel de los  docentes Universitarios;  en algunos de nuestros países es muy fácil entrar a la tenencia de los cargos de planta pero muy difícil salir de ellos. Se configura el pasaporte a la impunidad. Si no cambiamos el modelo de funcionamiento de nuestros sistemas de contratación docente y de remuneración va a ser muy difícil trascender de manera real en los asuntos de la calidad y sobre todo mas difícil aún contar con el concurso real  de la academia para impactar el progreso  social manera profunda.

Debemos resolver la tensión por la defensa de los intereses construyendo para el futuro y respetando lo vigente, nuevas formas de contratación y de remuneración; incluso que puedan ser adoptadas a voluntad por los actuales docentes.

Es indudable que el principal factor de la calidad en las universidades y en cualquier organización es el recurso humano. En nuestro caso  el recurso humano docente. La manera como se regule la carrera docente tendrá repercusiones evidentes en los resultados.

Es de lamentar que la ideologización de las universidades haya traído fenómenos de sindicalización a las universidades,  donde son los derechos de los individuos lo que se pone al frente y no los de la sociedad.

Va a ser necesario un gran proceso de autocrítica para encontrar nuevas formas de contratación y compensación que midan el impacto de la labor docente. Seguramente  haya que adoptar en muchos casos  el  camino  de  los derechos adquiridos  para encontrar la viabilidad.

Entre otras cosas, por falta de   reglas claras, y por  la reticencia a los cambios, a veces resultamos en la precarizacion  de las condiciones de trabajo docente.  Incluso  provocando  que  los cargos docentes de planta  no crezcan como se debe.

Van a cuenta gotas porque al interior de los gobiernos y las administraciones se tiene la certeza que están albergando privilegios que no contribuyen al progreso. Nadie lo dice abiertamente, pero en los hechos se refleja.

Debemos pensar  en construir unas  nuevas reglas para el futuro. Mas aún si estamos ciertos de que la perpetuación de lo existente en materia de contratación y compensación no es lo deseable, encarémoslo no lo evadamos  por cortejar lo políticamente correcto.

Una Universidad mas comprometida con la salida a la crisis implica nuevos alineamientos desde la docencia y la investigación, donde se encuentra la esencia.

En esta dirección  la concepción que tengamos de la autonomía Universitaria se vuele fundamental.   Una autonomía para  la independencia y para la acción. No para la defensa de intereses  y menos aún de los  endogenos. La universidad debe ser auténticamente crítica, ejercer la crítica social con sentido, no  en lo meramente declarativo; debe ser profundamente rupturista.

Las Universidades a lo largo de toda la historia reclaman la autonomía como el antídoto para evitar que los poderes de cualquier naturaleza interfieran con su ejercicio, que no es otro que velar por lo objetivo, por los justo, por lo conveniente para toda la sociedad, no para los privilegios  o intereses de  unos pocos.

Garantizar un ambiente libre de injerencias que permita la libre difusión y recreación del conocimiento, la creación a través de la investigación y la reflexión critica. Darse su propio Gobierno, definir su rumbo académico, ser soberana a la hora de opinar y juzgar son apenas elementos básicos, de una autonomía Universitaria  bien entendida.

Solemos decir que somos la conciencia crítica de la sociedad; y no podría ser de otra manera. Esa libertad de pensamiento y opinión debe ser ejercida en toda su plenitud para el beneficio del discurrir filosófico y político de la sociedad.

Sin embargo, del dicho al hecho hay mucho trecho, como sentencia el refranero. No vemos unas Universidades ejerciendo la crítica; por el contrario, el mutismo parece ser el signo de los tiempos actuales. Ocurren toda suerte de situaciones en el orden económico, social y político, abiertamente criticables y no se escuchan las voces de las Universidades. El abuso de las posiciones dominantes a nivel financiero, la inequidad mundial que mantiene en la miseria a centenares de millones de seres humanos, los daños ambientales, para solo mencionar algunas cosas, pareciera que no hacen mella en la conciencia Universitaria. Pasamos de lado, a hurtadillas

Me parece que nos hemos embelesado con la autonomía como un bien abstracto, la usamos para nuestros beneficios individuales o corporativos. Para Gobernar por gobernar sin mayor sentido, mas por el ejercicio de detentar poderes que por transformar.

No es entonces la oportunidad para ejercer la critica social, ni para incidir creadora mente en la marcha social a través de la presencia real en los escenarios donde se construye futuro. Dejamos la autonomía casi que referida al Gobierno Universitario.

Incluso preferimos callar  cuando la autonomía se invoca como forma  de proteger la violencia. Me refiero a  la interpretación que se le quiere dar al llamado fuero universitario en nuestros países del sur, cuando se apela a ella  para evitar que la autoridad legítimamente constituida, ingrese a los campus Universitarios  a contener el delito.

La propuesta de los estudiantes en Colombia, que se movilizan para presionar una nueva ley de educación Superior,  habla de la extraterritorialidad de los campus, asociándolos a las embajadas de los países extranjeros, vetando el ingreso de la fuerza publica. Naturalmente a sabiendas que las autoridades universitarias no están en condiciones de garantizar la seguridad al interior de los campus.

Esta conceptualizacion , afincada mas en el romanticismo o en el recuerdo de las dictaduras , que en las leyes o en lo real , esta permitiendo que los campus en nuestras Universidades se vuelvan tierra de nadie, favoreciendo ambientes propicios a la delincuencia. La delincuencia pelecha a la sombra de los conflictos universitarios.

Este tema a pesar de lo pedestre adquiere una monumental importancia;  sin orden académico, sin seguridad, no tenemos nada.

Debiéramos ponernos de acuerdo los Universitarios sobre estas materias; lo  que acontece hasta ahora es que   los estados las  evaden en la legislación;  el tema de la seguridad en los campus  es un tema demasiado controversial y prefieren dejarlo sin normas.

Para finalizar resumo diciendo que he tocado algunos temas cruciales a la hora de buscar que las Universidades le aporten al futuro con base en el conocimiento:

1-    trabajar  asociativamente al lado de los agentes del desarrollo, aprovechando la reserva de confianza que poseen las Universidades en grandes objetivos estratégicos

2-    Pensar en nuevas reglas para la acción de las Universidades, incluida  la  contratación y remuneración del recurso humano; mas centradas en los resultados  y en los impactos.

3-    Retomar el camino de una autentica autonomía Universitaria, que ejerza la critica  y no solo la pregone.

Muchas gracias.

Luis Enrique Arango Jiménez